Esa pregunta que a todos los que nos gusta el metal, nos han hecho y estamos cansados de contestar. Estudios demuestran que escuchar Heavy Metal es bueno para tu salud mental.
Aún recuerdo el primer concierto al que fui. Tenía 15 años y fui con una amiga a ver a Epica. Era diciembre y mientras hacíamos la dichosa fila, toda la tarde, para entrar al venue, hacía un frío tremendo y platicamos con varias personas de la misma fila. Descubrí que todos éramos muy diferentes, todas las edades, profesiones y gustos aplicaban ahí. Cuando entramos al lugar y la música empezó, recuerdo que el frío desapareció y todos nos convertimos en uno, brincando juntos al ritmo del doble pedal. Ahí conocí lo que significa slam y el dolor de cuello al día siguiente.
La música metal para mi significó (y hasta la fecha) un lugar donde me siento identificada con lo que dicen los líricos, tomando temas sociales tan complejos como la muerte, las injusticias económicas y raciales, el calentamiento global y hasta política, el metal siempre ha hablado de las cosas que los demás no se atreven. Aunado a eso, tiene melodías, ritmos y voces que van desde la técnica de ópera hasta los gritos guturales, con riffs de guitarra y baterías gigantescas. Por ello, pocos lo entendemos y tantos lo han juzgado desde su nacimiento.
Por mucho tiempo, los prejuicios y los estudios que tocaban el tema de la música metal se dirigían a lugares más oscuros que los cantados por BEHEMOTH. Todo lo que se relacionaba con metal era malo o negativo. Algunos estudios de los noventas retratan esta pre concepción de este género musical, ‘Música heavy metal y alienación adolescente’ (1996) y ‘Amigos delincuentes, control social y delincuencia‘ (1993). Estos trabajos analizaron si ser metalero se asociaba con una mayor probabilidad de depresión, suicidio, violencia y un tipo particular de agresión masculina adolescente.
Los medios han desempeñado un papel importante en las historias sensacionalistas sobre jóvenes con problemas que resultaron ser fanáticos de un género en particular, aunque esto claramente se ha enfatizado con un sesgo de confirmación. Pocos columnistas escribirían sobre el suicidio de un adolescente y llamarían la atención sobre el amor de ese adolescente por Katy Perry. Esa no sería una historia en la que se pudiera establecer un vínculo fácil, pero falaz, entre el gusto y los problemas mentales.
En la década de 1990, la Academia Estadounidense de Psiquiatría Infantil y Adolescente, entre otras organizaciones, aconsejó evaluaciones psiquiátricas para los jóvenes fanáticos de Heavy Metal. En Francia, la relación incómoda con el secularismo significó que también censuraron al metal. Les dijeron a los padres que el acceso de los niños a la música metal debería ser limitado.
Este tipo de políticas e investigaciones, poco a poco, se convierten en cosas del pasado, y han sido reemplazadas por interpretaciones más objetivas. La evidencia de conexiones directas entre las preferencias del metal y las tendencias auto-destructivas se han re interpretado, mostrando solo vínculos indirectos, cuando se considera una serie de otros factores, como las relaciones familiares. Por ejemplo, un estudio de 2009 sobre «Música metal y salud mental en Francia» explica:
‘En general, los fanáticos de la música metal tienen niveles de ansiedad y depresión que son similares e inferiores a los niveles de la población general. Específicamente, menos del 5 por ciento de los fanáticos de la música metal encuestados mostraron síntomas patológicos. . . Este estudio sugiere que los opositores a la música metal deberían volver a examinar la base de sus críticas.’
Otro ejemplo de algunos de estos estudios, el artículo francés mencionado anteriormente diferencia entre los asistentes a conciertos de metal y sus estados mentales de múltiples maneras. Uno particularmente interesante se relaciona con las preferencias de «baile» (porque los metaleros también bailamos):
‘En cuanto a los «rituales» o formas de baile, los resultados revelaron vínculos entre la práctica de «pogoing» (saltar arriba y abajo) o «slamming» (empujar a otros bailarines) y la salud mental. Parece que los entusiastas de la música metal que muestran signos de más ansiedad participan en el «slamming» más colectivo, mientras que los entusiastas de la música metal que muestran menos ansiedad participan en el «pogo» más individual.’ Me pregunto si en esta investigación analizaron lo que realmente significa un circle o wall of death. Yo por más que quiera entrar, no es algo inteligente y ustedes, queridos lectores metaleros, saben que si entras a un slam sales con, mínimo, un buen golpe que no lucirá nada bien en el trabajo. Así que ciertas cosas, no dejan de ser más que preferencia, planificación.
Este estudio especula que los temas oscuros y mórbidos amados por los fans de metal, pueden en realidad ser buenos para la psique de los oyentes. Los autores sugieren que la franqueza al reflexionar sobre la muerte en las canciones puede hacer que los metaleros sean menos propensos a la ansiedad y la depresión en la vida real, cuando se enfrentan a realidades en las que otros podrían haber olvidado pensar.
Uno de los ejemplos más recientes del enfoque de la “psicología positiva” del metal fue publicado en una edición de 2016 del ‘Journal of Medical Humanities’ por Charley Baker y Brian Brown. En el estudio, se revisan las tendencias en la literatura y analizan las canciones de Slipknot. Los autores sostienen que la música tiene un beneficio psicológico protector.
Por otro lado, al analizar más a fondo las diferencias entre los fanáticos del Heavy Metal y los no fanáticos, la investigación ha demostrado que los fanáticos tienden a estar más abiertos a nuevas experiencias, lo que se manifiesta en preferir música intensa, compleja y poco convencional, junto con una actitud negativa hacia la autoridad institucional. Sin embargo, algunos tienen niveles más bajos de autoestima y una necesidad de ser únicos.
Para concluir esta primera parte de la nota sobre los estudios psicológicos hechos sobre el metal y sus fans, quiero destacar el constante enfoque en el tema. ¿Por qué siguen buscando razones sobre nuestras preferencias musicales? ¿Por qué, a la fecha, señalan al metal como algo vinculado a un problema emocional? Me gustaría que tuvieran tanto énfasis en hacer estas investigaciones enfocadas en un género musical a los efectos del reggaeton en la niñez o el vínculo entre la música banda (tan popular acá en México) con el machismo y los feminicidios.
La próxima vez que alguien te pregunte: ¿por qué te gusta el metal?, tienes las investigaciones respaldándote para decir que te reduce la ansiedad, te hace más abierto a nuevas experiencias y te ayuda a procesar situaciones complejas, o sea, eres más listx, abiertx y feliz.
La próxima semana, regresaré con más beneficios, a largo y corto plazo, encontrados en nuestros bellos cerebros metaleros.
In Dio we trust.