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Todo amante del Death Metal vieja escuela conoce la importancia angular de Deicide en el género. Su popularidad durante más de dos décadas, sobretodo en Chile desde su mítico debut en 2005 en el desaparecido gimnasio Nataniel Cox, se explica solo, sin necesidad de ningún aditivo a la blasfemia y la provocación en su punto máximo. Como hace más de 30 años, la censura y la polémica giran en torno a las convicciones de Glen Benton, tipo que algo sabe respecto a la ecuación ‘interesar = provocar’. Y el repaso en vivo del fundamental Legion (1992), además de la convocatoria que agotó las entradas a un día de la carnicería sónica, nos brindó la oportunidad de rememorar aquellos días en que el death metal, sobretodo en el estado de Florida, de manera voraz le cercenaba el cuello y las tripas al mundo.
Acompañando a Deicide en el cartel durante la gira sudamericana, los canadienses de Kataklysm regresaban de manera impensada, y razones hay de sobra. Partiendo porque la vez anterior (2017, Blondie), el muy poco público asistente, poco más de la mitad del aforo del recinto entonces, hizo pensar que sería ‘debut y despedida’. No es para menos si estamos hablando de una banda con más de 30 años en la carretera, una discografía constante y de las más consistentes en el género, pero muy infravalorados respecto a los nombres clase A. Al menos quienes escuchamos su lanzamiento más reciente llamado ‘Unconquered’ (2020), soñábamos con el retorno a estos parajes, lo que se pudo concretar en base a un cartel de lujo… y fundamental para todo amante acérrimo del death metal de viejo cuño.
Pasadas las 21 horas, y el recinto de calle San Diego empieza a colmarse para una nueva ronda con Kataklysm. Con el patadón inicial de ‘Push The Venom’, y siguiendo con el filo implacable de ‘Guillotine’, los de Quebec la dejan clara respecto a lo que saben hacer y a lo que vienen. Death Metal a la antigua, con un sentido elocuente del groove como herramienta para remecer los cimientos del status quo. Y ad-portas de lanzar este 2023 una nueva placa, resulta un acierto el armado de su repertorio actual, con los momentos más contundentes de un catálogo que se mantiene periódico con los años y cada vez más voraz en su sello artístico.
Así como ‘Outsider’ encarna la orientación groove con que la música genera la hecatombe inmediata, ‘Crippled And Broken’ va directo al grano cuando hay que devastar hasta el último rincón. Y ahí corre la versatilidad por cuenta del italiano James Payne, baterista ingresado en 2020 y dueño de la experticia suficiente como para disponerla a las variantes rítmicas con que Kataklysm se mueve en todos los parámetros con que su estilo deja surcos. Tanto así que cuando suena ‘In Shadows and Dust’ (la más antigua del repertorio y la que rotula su placa editada en 2002), nos deja en claro que el tipo sabe de lo que requiere el estilo desde la entraña, y sin concesión a la paliza con que Kataklysm concreta su segunda vez en Chile, esta vez de manera triunfante. Y es aquel sentimiento victorioso el cual, tras el broche con ‘The Black Sheep’, predomina en quienes profesamos desde la sangre el amor hacia el desastre que encarna la música extrema en todas sus variantes.
Si ‘Repent To Die’ era de las que pasaba coladas entre los favoritos de los fans, en vivo se transforma en punto destacado. De la misma forma en que ‘Trifixion’ rememora el significado de una portada tan singular como recordada. Ahí es cuando le damos valor al aporte de Glen Benton como líder e ideólogo, un tipo que hizo del death metal una forma de expresión repudiable para la corrección política. ‘Lo peor de lo peor’, lo que le mete el dedo en la llaga a quienes se apegan aún a sus dogmas religiosos y se escandalizan ante el vómito de muerte y herejía hasta los límites de lo tolerable. ¿O acaso no es así cuando ‘Behead The Prophet (No Lord Shall Live)’ y ‘Holy Deception’ aparecen pateando la puerta? No puede ser de otra forma esta música, y las bandas como Deicide aplican a la perfección sus principios cuando hay una carrera de más de tres décadas.
De la pasada por el monstruo del ’92, pasamos a una selección de bombazos de ayer y hoy, empezando con la tripleta compuesta por ‘Once Upon The Cross’, ‘When Satan Rules His World’ y ‘They Are the Children of the Underworld’, todas del tercer LP que lleva el nombre del primer corte mencionado (1995). Un momento significativo para los asistentes, en especial los sub-50 que en el 1993 frisaban los 15-20 años de edad cuando Deicide se los comió vivo a todos y después quedarían de una pieza cuando Once Upon… provocó su impacto respectivo gracias a la imagen del Cristo crucificado que yace bajo una sábana y bañado en sangre. Eso es el death metal, más allá de la etiqueta y directo a tus creencias como a tus órganos vitales.
Y como Deicide es sinónimo de vieja escuela, ‘Sacrificial Suicide’ y el remate con ‘Dead By Dawn’ se llevan los créditos en el ritual de blasfemia y abominación que le da a la música su impronta de peligro, como en los tiempos del demo con portada dibujada a mano, el cassette grabado del equipo del amigo que tenía el disco original y recién comprado, y el fanzine que permitía la difusión del material en cuestión. Por ahí va la cosa con Deicide, cuyo líder hoy, detrás de su actual imagen bonachona, no escatima actitud en el directo y se las arregla para acompañarse de los músicos indicados para llevar a cabo su tarea destructiva. Es lo correcto después de décadas en la carretera y con una legión de ovejas negras dispuesta a rendir homenaje a quien gobierna su mundo.
Produce: Spider Prod.