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‘No puedes cambiarlo todo, pero puedes gritarlo todo’. La frase en cuestión le pertenece a Thomas Such, un veterano de 60 años que lleva cuarenta de su vida en la carretera, al frente de una agrupación pilar del Thrash Metal en Alemania y toda Europa. Bajo el pseudónimo de Tom Angelripper (u ‘Onkel Tom’, como su proyecto solista en paralelo a su banda titular), el músico nacido en Gelsenkirchen ha sabido llevar una carrera intachable en cuanto a principios y solidez artística. Siempre al frente de Sodom, por lejos el nombre más radical de los cuatro grandes del estilo en Alemania, y volviendo a Chile para ametrallarnos con lo más mortífero de su arsenal.
Con el agregado de Sinister -quienes originalmente venían aparte-, se gestó una cita imperdible para los amantes del Metal Extremo en su forma más pura. El Death Metal que practican y predican los holandeses desde finales de los ’80, se jacta de su pureza absoluta, y así como un clásico de la talla de Cross the Styx (1992) ayudó a pavimentar la identidad de un estilo que se tomó por asalto el metal en los ’90s, el más reciente Deformation of the Holy Realm (2020) nos presenta a un grupo en plena forma y siempre fiel a su integridad como referente del estilo, al menos para quienes sabemos que hay mucho más allá además de los consagrados de siempre.
Si bien el Sold-Out era un hecho desde la semana previa, de a poco los bangers locales ingresaron al recinto ubicado en calle Nataniel Cox para ser testigos del poder destructor de Luctus Hydra. Nombre de gran recorrido en el estilo en Chile, su estilo Black Metal con rasgos sinfónicos es una firma que gana intensidad en vivo. Incluso a pesar de los problemas de sonido en un recinto propenso al rebote, y más para la música extrema, se valora la calidad que los tiene como nombre obligado gracias a su virtud de poder vomitar odio hacia los poderes religiosos y, a la vez, mostrar una ambición musical que roza la pompa sin perder su esencia.
Llegaría el turno de Dekapited, y el moshpit se armaría de inmediato, sin pensarla y al hueso. Desde himnos obligados como ‘Muerte’, éxitos indispensables como ‘Contra Iglesia y Estado’ y palos al amigo en su camino mediante ‘Policía Bastarda’, no se nos ocurre otra banda en Chile y Sudamérica que ejerza su estilo desde la tripa y sin discriminar lado político ni credo. Y de eso se trata esta música en su propósito.
No solo el mosh es la respuesta a la energía devastadora de Dekapited en vivo. En algún momento alguien del público desafió todos los protocolos de seguridad y se subió al escenario para beneplácito de la propia banda. Como también resulta notable la dedicatoria de ‘Nada’ a quienes venden la pomada en una red social, lo cual gráfica el sello de una banda que lleva más de 15 años defendiendo la integridad de un estilo que no quiere saber de nada que tenga que ver con lo que opinen desde afuera. Nacer del mismo odio y llevar la destrucción hasta niveles de trascendencia impensados, es lo que le da a Dekapited un sitial a la altura de la hecatombe que deja en el directo.
A eso de las 20 horas, con el Teatro Coliseo ya abarrotado y, en algún momento, sobrepasado por una avalancha humana -sin comentarios-, bastó la pista de intro y la explosión de ‘The Malicious’ para dar rienda suelta a 1 hora completa de Death Metal implacable y sin ningún colorante ni aditivo ajeno a las intenciones del veterano combo holandés. Y es que cuando tienes a un experimentado como Aad Kloosterwaard al frente, con mil lides en el cuerpo y una trayectoria a prueba de todo, sabes que no habrá espacio para la decepción ni nada que no sea Sinister en su esencia.
Una a una desfilando y arrasando con todo a su paso, ‘Transylvania (City of the Damned)’, ‘Blood Ecstasy’, ‘Neurophobic’, ‘Convulsion of Christ’ y ‘Sadistic Intent’ se erige todas como muestras contundentes de una tradición que no decae con todas las bondades tecnológicas alrededor, ni con las tendencias dictadas por alguna ‘prensa musical’. Y esto es porque Aad, además de su gutural característico y su presencial en vivo, hace sentir su rol como ícono y prócer de un estilo que marcó a fuego la música extrema en los ’90s y sobrevivió los 2000 para llegar a los 35 años de carrera con un presente incólume.
Si un clásico de la talla de ‘Epoch of Denial’ o el corte titular de su última placa se hermanan en la misma intensidad, es porque Aad, como integrante fundador y líder de Sinister, ha sabido rodearse de los músicos indicados para renovar su energía. Desde la maestría de Walter Tjwa en la guitarra, hasta la entrega a cabellera en remolino del nóvel baterista Simon Skrlec, este último dueño de una experticia notable en los tarros. Bram Williams completa el cuadro en el bajo y su solidez en el instrumento te dice respecto a lo que realmente pesa en esta música que no busca hacer amistades sino develar el infierno terrenal.
Para resumir esta nueva masacre a manos de Sinister, importante recalcar su importancia para quienes crecimos con el cassette de ‘Cross the Styx’ allá en los ’90s, cuando el Death Metal desplazaba al Thrash como la revolución metalera por excelencia. Es cierto, Sodom era el plato de fondo. Pero de vez en cuando es necesario navegar el río del odio en estos tiempos de negación.
En un mar de chascas y sudor, y con la seguridad del recinto sobrepasada por una avalancha humana -hay quienes no aprenden-, ‘Among the Weirdcong’ sería el primer misilazo alemán de la noche. Sodom, después de 10 años, vuelve a nuestro país con todo y desplegando un repertorio de Thrash Metal químicamente puro. Y si el corte inicial no te pone de rodillas, el Punk a la vena de ‘Jabba the Hutt’ y el temple bélico de ‘Conflagration’ te acribillarán para que así sea, lo quieras o no.
El primer clásico de la noche lo trae ‘Better of Dead’, seguida de ‘Sodomized’, piezas de culto para aquellos fans que jamás le perdieron la pista al ahora cuarteto. Y si bien la centrífuga humana ya estaba desatada, el binomio con ‘Exhibition Bout’ y la enajenada ‘Outbreak of Evil’ transformó el sabbath en un campo de desastre, con cuerpos, zapatillas y polerones volando y cayendo como bombas. Lo que es Sodom en toda su forma, la guerra misma, incluso a pesar de su reconocido discurso anti-bélico.
El regreso del guitarrista histórico Frank Blackfire, contrario a quienes lo veían como un recurso de ‘nostalgia’, confirma en realidad el tremendo estado de salud de Sodom tras cuatro décadas en la brecha. Y es cosa de que el puñetazo sónico de ‘Sodomy and Lust’ te lo recuerde a la mala y sin ‘pero’ que valga. Un obligado para todo amante del género y el impulso necesario para el cataclismo humano hasta la sangre.
Qué momento el de Agent Orange’, el himno definitivo de Sodom por excelencia. No solamente por el karaoke masivo con puño en alto, sino por el par de bengalas que, por unos buenos minutos nos tuvo muy cerca del peligro, y con toda razón. Hay un descontrol, una locura que, como suele pasar durante las últimas dos décadas, parece caracterizar al público chileno, muchas veces hasta lo irracional. Así como ‘M-16’ marcó el momento emotivo para una generación que descubrió el Thrash Metal en los 2000. De ahí la importancia que le da Sodom a la criatura del 2001, tras unos ’90s irregulares.
Si no fuera por el fanatismo de Tom Angelripper por Venom y Motörhead, quizás no habría Sodom. Y Onkel Tom lo hace saber a su manera, primero presentando tremenda versión de ‘Leave Me In Hell’, y más adelante emulando la estampa canalla del eterno Lemmy con la aplastante ‘Iron Fist’. Entremedio hay su espacio para ‘Surfin’ Bird’, original de los legendario grupo rockabilly The Trashmen (versionada también por Ramones). Rock ‘N’ Roll puro, Metal sin apellidos vinosos ni ornamento alguno. Lo que nos gusta como cualquier trago cuando manda la sed.
¿Por qué ‘Tired and Red’ y ‘Equinox’ suenan como bombas atómicas? Porque además de Tom y Frank al frente, la segunda guitarra a cargo de Yorck Segatz y la batería del jovencísimo Toni Merkel cumplen su labor con la intensidad y pelotas que requieren está música. Un dato de vital importancia es que Yorck nació en 1984, cuando ‘In The Sign of Evil’ vio la luz en las estanterías, mientras que Toni llegó al mundo en 1989, cuando Sodom logró dar el golpe definitivo con el insuperable ‘Agent Orange’. Y esa doble dosis de fuego juvenil tiene a Sodom cortándole el cuello al mundo hasta hoy, sin caer en el letargo y dándole a los clásicos la vibra asesina que se traspasa a través del tiempo y la actitud.
A torso desnudo en sudor, y con Tom ‘descansando’ sólo para dirigirse años fans -secundado ahí por un eufórico Frank hablando en un español de puras ganas-, la última recta no dejaría sobreviviente alguno. ‘Blasphemer’, ‘Nuclear Winter’, ‘Incest’ y la dedicatoria a los políticos del mundo en ‘Remember the Fallen’… ¿Cómo se supera eso? Imposible al menos para quienes gustamos del metal a la usanza primigenia. Eso que no tiene que ver tanto con el recurso, sino con el propósito y la influencia convertida en identidad. No se explica de otra forma que la descarga motorheadiana de ‘Ausgebombt’ -cantada en alemán- nos atraviese como una lluvia interminable de balas.
El remate a todo fulgor de ‘Bombenhagel’, nos deja exhaustos y con una sonrisa para quienes disfrutamos de tamaña carnicería teutona por casi dos horas. La espera de un década lo valió todo, con una sesión de sodomía y lujuria en pleno invierno nuclear. A falta de los entrañables Motörhead, tenemos al tío Tom y sus compas dándole al mundo lo que merece y esparciendo la mortandad con el Agente Naranja. Como en Vietnam, pero a través de la música maldita.
Texto: Claudio Miranda
Fotografías: Francisco Aguilar

Produce: Spider Prod. 

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